De sacar fotos de la basura a capturar la belleza natural patagónica

Por Luciana Robledo

Desde el interior de Buenos Aires, llegó a Comodoro Rivadavia en 1996 luego de haber estudiado diseño gráfico en Mar del Plata, en dónde comenzó su afición a la fotografía durante la era analógica. En el presente, sus fotos del paisaje patagónico recorren las redes sociales.

“La idea de que en Comodoro no hay nada, me llevó a sacarle fotos a los paisajes”

Su llegada a la ciudad estuvo marcada por el asombro. A partir de un recorrido en micro pudo vivir la transición de climas y colores, que se hacen visibles al avanzar en la ruta. En diálogo con El Ciudadano del Sur, relató cómo fue esa llegada: “Me vine sin conocer nada de la ciudad ni del paisaje, conocía el norte de la Patagonia pero tenía una amiga que siempre nos decía que eso no era Patagonia”, menciona entre risas.

Y recuerda: “Cuando llegué a Garayalde y empecé a bajar por el Cañadón Ferraris se me voló la cabeza. Esto es Patagonia y me encanta, me llama la atención la meseta y los cerros, más allá del viento que te puede gustar o no. Todo eso fue lo que más me llamó la atención y me daba bronca que todo el mundo te decía que acá en Comodoro no había nada, es algo que aún hoy lo sigo escuchando y la verdad que me duele”, resalta.

A raíz de ese sentimiento, al llegar comenzó a sacar fotos que, a su modo, fueron una forma de protesta ante la falta de aprecio por la belleza del paisaje local, también buscaban ser un llamado a la toma de conciencia. “En un principio empecé a sacar fotos de la basura, de lo que quedaba en la playa o en ciertos lugares, era como una rebeldía o una forma de mostrar que se estaba destruyendo, eso me daba mucha bronca”, cuenta sobre esas épocas.

“Nadie me daba bolilla con lo de la basura y lo que yo buscaba era llamar la atención para que se dejara de hacer, creo que esa misma idea de que en Comodoro no hay nada, me llevó después a sacarle fotos a los paisajes”, relata.

Conectar a través de la fotografía

En su desafío de hacer revalorizar el paisaje encontró amigos y compañeros con quiénes siguió aprendiendo y compartiendo su afición a la fotografía. Pini Rafaele y Teo Nürnberg, fueron algunos de ellos. Sobre este último, destacó: “Él me decía que la mejor foto no es la que ya sacaste, sino las que vas a sacar. Entonces uno empieza a buscar y ser un poco más selectivo, a buscar la luz y ya se transforma en otra cosa, más que buscar el paisaje es cazar un rayo de luz. Empezas a tener una conexión más cercana con el medio ambiente, con los cerros y con el mar”, expresa.

Todos estos sitios se convirtieron en protagonistas de sus fotos. “Desde Astra - sitio al que reconoce como ‘su lugar en el mundo’- hasta Rocas Coloradas o El Farallón”, detalla.

Su deseo es que “los chicos jóvenes vean que Comodoro tiene un montón” y destaca que es algo que se puede lograr a través de la fotografía. “Se empezó a ver mucha gente que está buscando lugares o la fauna, veo que se están volcando a esto y eso me alegra”.

Una pasión que lleva grabada en la piel

El amor por esta tierra lo llevó a dejar una marca también en su piel, con un tatuaje. Se trata de una ilustración realizada por su esposa, diseñada especialmente para dar cuenta de sus pasiones: la Patagonia y la fotografía.

"El tatuaje tiene la Patagonia de los dos lados, no está dividida en el lado chileno o argentino, creo que la Patagonia es una sola. Es una ilustración que hizo mi señora que es ilustradora, le pedí que tenga todo lo que a mí me gusta. Por eso está la Patagonia, la cámara y algunas cosas como El Faro, que es representativo de acá", acompañando el paisaje también se puede ver una postal con la ilustración de un guanaco junto a paisajes de cerros y mar.

"No podría vivir en otro lugar que no sea la Patagonia", cerró Esains.