La conmovedora historia de ocho hermanos riojanos que arribaron a Comodoro en 1962

Por Marina Aguila

A 62 años de haber llegado a Comodoro Rivadavia, José "Sueñito" Morales, reconocido vecino del barrio San Cayetano, rememoró con El Ciudadano del Sur, la historia de cómo él y sus hermanos llegaron a esta ciudad. Una historia que refleja el amor fraternal y el agradecimiento a una ciudad que los recibió con mucho viento pero también con mucho amor.

“Nosotros somos de Aimogasta, La Rioja. Éramos ocho hermanos Morales y dos hermanos Herrera por parte de madre que ya estaban acá en Comodoro”, dijo José.

Lamentablemente, a inicios de los años 60, los hermanos quedaron huérfanos y José, junto a su hermana melliza, eran los más pequeños. “Yo tenía tres años cuando falleció mi mamá en el Día de la Madre y tenía cinco años cuando falleció papá, en febrero de 1962”.

Ese mismo año, su hermano mayor de 23 años junto a su primo, fueron a buscarlos a La Rioja, desde Comodoro. “Más o menos la historia que cuentan es que nosotros salimos todos tomaditos de las manos de nuestra casa en La Rioja, los vecinos salían y nos aplaudían. Teníamos que caminar como cinco cuadras para ir a tomar el tren, tomamos el tren y llegamos a Buenos Aires”, dijo y agregó: “Desde Buenos Aires vinimos en barco, fue un viaje que tardó unos 10 días”.

José recuerda que cuando llegaron a Comodoro, los recibió el viento con los brazos abiertos. “Desde el barco nos trasladaban en un cajón grande. Ese barco era petrolero, San Lorenzo, y nos bajaban en el cajón por lo que el viento se sentía mucho. Entonces mi hermana nos decía, ´o nos caemos todos o nos salvamos todos´”.

Asimismo, al momento de su llegada tiene grabado en la mente el imponente cerro Chenque. Así fue como fueron a vivir a la casa de su tía, María Luisa Yapura, en el barrio 13 de diciembre sobre calle Salta. “Me acuerdo que éramos 17 en total, viviendo en la casa de mi tía”, dijo.

Los hermanos nunca se soltaron de la mano y siempre se apoyaron mutuamente. “Mi hermana mayor, María Morales, nos crió. Ella tenía 12 años cuando falleció mi mamá y 15 cuando falleció mi papá, a partir de ahí se hizo cargo de nosotros. Me acuerdo que en ese tiempo trabajaba en el Hospital que estaba en la calle Maipú y después entró a trabajar en YPF”.

Por otro lado, rememoró cómo era la vida en aquellos tiempos teniendo en cuenta que la ciudad no era tan grande como lo es actualmente. “Cuando era chico tomábamos el colectivo de YPF ahí por la calle Salta, nos llevaba hasta la escuela 105 que estaba en el Liceo Militar, ahí pasaban a buscar a los chicos que íbamos al colegio”.

Añadió que en los años 70, “Comodoro terminaba en el barrio Pueyrredón, después de la calle Polonia, era todo campo”, dijo.

Con el paso de los años, los hermanos se mudaron a la calle Figueroa Alcorta y luego, cada uno fue armando su hogar y su familia. José se fue a vivir al barrio San Cayetano, donde pudo conformar su familia junto a su esposa Mabel Amalia Acosta: tres hijos y seis nietos.

El domingo pasado se cumplieron 62 años desde que llegaron a esta ciudad, un 21 de abril de 1962, lo que hizo reflexionar a José sobre el recibimiento que tuvieron en estas tierras inhóspitas.

“Estoy muy agradecido a Comodoro porque a veces la gente no la quiere. La verdad es que a nosotros nos cobijó. Nos dio estudio, familia y trabajo. A mí me dio todo. Siempre digo que lo que Dios me quitó de chiquito, me lo dio de grande: una buena familia, una buena compañera y una buena familia”, concluyó.